miércoles, 2 de septiembre de 2009

Preludio

En la mitología romana, Jano es el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Su representación habitual es bifronte, esto es, con dos caras mirando en sentidos opuestos, en la mano derecha lleva una llave porque a él se le atribuye la invención de las puertas, y en la otra lleva un báculo que le da el dominio de las rutas y caminos. Es el dios de los cambios y las transiciones, de los momentos en los que se traspasa el umbral que separa el pasado y el futuro. Su protección, por tanto, se extiende hacia aquellos que desean variar el orden de las cosas.
Los romanos le asignaron una importancia vital en todo aquello que comienza y termina. Por ello, en su honor se le consagró el primer mes del año, que pasó del latin Ianuarios a Janeiro o Jenero, y de ahí, en español, a Enero. Como dios de los comienzos, se lo invocaba públicamente el primer día de ese mes y se le honraba cada vez que se iniciaba un proyecto nuevo, nacía un bebé o se contraía matrimonio.
El templo de Jano tenía puertas que daban al este y al oeste, hacia el principio y el final del día, y entre ellas se situaba su estatua, con sus dos caras, cada una mirando en sentidos opuestos, de tal forma que con cada cara podía mirar una de las puertas.
Al comienzo de cada conflicto bélico, se le hacía una ofrenda y se celebraba una ceremonia en el interior del templo. Las puertas del templo de Jano estaban abiertas mientras duraba el tiempo de guerra para que el dios pudiera traer equilibrio y sabiduría para actuar y conseguir que la paz reinara de nuevo. Cuando Roma estaba en paz, las puertas permanecían cerradas con cien cerrojos y con barras de hierro, a fin de que fuese más difícil abrirlas.
LAS PUERTAS DEL TEMPLO DE JANO SE ENCUENTRAN ABIERTAS.


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